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Escrito por Sabina Arias Hay algo mágico en hacer un regalo a mano para alguien que se ama, es pausar por un momento de nuestras vidas ocupadas y tomarse el tiempo de demostrar nuestro amor de una manera sencilla, casi infantil. En el transcurso de esta semana, me di algo de tiempo fuera de mis […]
De niña la vida pasaba lentamente, y tenía el tiempo del mundo para contemplar, observar o hacer, aunque fui parte de esas generaciones que aun crecían cargadas tareas y responsabilidades, de alguna forma el tiempo siempre estaba ahí esperando para ser disfrutado. Al crecer la vorágine del trabajo y la rutina que el sistema nos impone, trató de absorberme, pero afortunadamente yo había crecido en una familia que se daba tiempo para todo, mi madre siempre decía – En la vida hay tiempo para el trabajo y para el reposo- Y así la veía activa todo el día, por la tarde solía sentarse a coser, tejer o simplemente a contarnos historias…… Por ello cuando crecí y el trabajo se volvió rutina, me di cuenta que nos vendían la vida pre-hecha y comenzó mi lucha por recuperar tiempo y hacer mi vida con esa apacible calma con que se hacen las cosas a mano, si, así como un tejido al que se le avanza lentamente. Hacer que el trabajo sea parte de nuestros placeres y que por pesado que sea nos deje tiempo para el reposo y la creatividad, no es fácil cuando se educa a una hija, se lleva la casa y se pasan seis horas en un estudio de ballet, ¿pero quién dijo alguna vez que lo que vale la pena es fácil? No lo es y creo que por ello la gran mayoría se deja arrastrar por la rutina, es más fácil quejarnos de que el trabajo no nos deja tiempo para vivir, que tomar la decisión de tomarnos dicho tiempo. Entre mis estudiantes de Ballet y artes plásticas, me di tiempo de ver crecer a mi hija, de enseñarle las cosas maravillosas que mi madre me enseñaría a mí, de hacer de mi casa un lugar cálido, de enriquecer mi pasión por la cocina o hacer para mi hija juguetes, muñecas, coser ropa, compartir con ella el tiempo de salir a caminar y ver un atardecer o leerle un libro.
En otras palabras una vida hecha a mano, con calma, con amor, puntada a puntada, entrelazando en cada hilván cada faceta de la vida. Ahora que mi hija es grande y la veo disfrutar de las cosas simples, y tomarse el tiempo de desarrollar su creatividad, en estos tiempos tan escasa en los jóvenes, me siento satisfecha y sé que la elección que hizo mi madre de enseñarnos a vivir haciendo todo con nuestras manos y que yo adopte para con mi familia, fue en verdad la mejor elección. Recuerdo cuantas veces siendo niña le pedí a mi mama algún juguete en alguna tienda y su respuesta era: Eso es muy fácil de hacer, por la tarde te enseñaré como se hace, tú lo puedes hacer, ¿para qué comprarlo? Quizá porque ella perteneció a una de esas generaciones que sobrevivieron a una guerra y aprendió a no desperdiciar nada, quizá porque antes la gente era más autosuficiente, por lo que haya sido, ella fue mi primer maestra, me estimuló y enseñó a desarrollar mi capacidad creativa más de lo que lo haría mas tarde alguna escuela de arte. Pues el arte que ella me heredó fue el de saber vivir, el de dedicar tiempo a cada detalle y con ello llenar la vida, volver a la simplicidad y dejar que nuestras manos den forma a todo cuanto hay en nuestra mente.
La Vida Hecha a Mano 